Asentamiento del auto por la 22

Y sí, se fundió. No lo fundí porque todo el mundo me dice “no le pusiste esto, no le pusiste lo otro”. Y no. Antes de viajar, siempre lo llevo al taller y le comento al mecánico de los últimos ruiditos o del agua, que yo la venía viendo turbia, pero me dijeron “si te fuiste a Chile, ahora no te va a dejar”. Y ahí me quedó el auto, en Bahía Blanca, con mi perro.
Un mes y una semana después, el auto andaba nuevamente. “Te conviene ir tranqui”, me dijeron, “andá parando y que el motor se enfríe”. El hecho es que un viaje que duraría unas seis horas se transformó en nueve horas de viaje en la ruta y con caravana los últimos ciento cuarenta kilómetros.
Vine parando. En el Fitosanitario de Bahía fue la primera. Arreglado y todo, el muy miserable perdía agua. Paré de nuevo en Médanos donde un camionero me aprovisionó. Y después le pegué derecho hasta Río Colorado donde dormí una siesta al costado del río, en el Balneario Municipal. Paré en la estación de Choele donde agarré todas las trafic que venían de la procesión a Ceferino, y después quise pegarle derecho pero por la misma bendita procesión, los controles camineros te hacían ir a veinte... Al final, por Chimpay (lugar de Ceferino), levanté a una señora y su hijo y los llevé hasta Godoy. No me dieron ni las gracias y se quejaron del frío que hacía en el auto (el mecánico me había desconectado la calefacción). Desde Chimpay hasta la entrada de Regina agarré la caravana de autos que iban a noventa y vimos lentamente cómo se ponía el atardecer. Cargué nafta en Chichinales por precaución, dejé a las personas en Godoy y me vine con otra caravana hasta Roca. Al otro día fui a trabajar y en algún lugar entre el trayecto desde la escuela a mi casa, pinché; mejor dicho, le abrí un tajo de diez centímetros a la cubierta delantera. Aproveché y le cambié las dos cubiertas de adelante. Con motor nuevo y cubiertas nuevas, quiero conocer el Perito Moreno, este verano.
 
Balneario municipal en Río Colorado

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