Zoológicos, buenas y malas noticias

Hipopótamos en Córdoba.  Tenían una cría
que no sale en la foto.
Decir que una visita un zoológico es siempre polémico, porque ahí salen los detractores diciendo que los animales deben andar libres por el mundo y no encerrados y sí, es absolutamente cierto. Pero cada vez que paso por alguna ciudad que tiene zoológico, entro para ver animales que quizás de otra manera no veré. Y ver un animal, aunque no sea en su hábitat natural, es siempre sorprendente. Y aquí viene el inventario o “bestiario” de animales que he visto en diferentes zoológicos argentinos.

Camello o dromedario... no sé distinguirlos

Uno de los primeros que llamó mi atención fue un tigre en el zoológico de Mendoza. Este zoológico se encuentra emplazado en el Cerro de la Gloria, por lo que recorrerlo es ya una aventura en sí misma. La jaula donde se encuentra está al final de una subida y al tigre se lo viene descubriendo de a poco. Después te sigue con la mirada hasta que abandonás la escena. Por la fiereza que el animal tenía, apenas pude acercarme a dos metros de la jaula, porque verdaderamente imponía respeto. En ese mismo zoológico vi un oso polar. Nunca pensé que fueran tan grandes; si se quiere, hasta resultan desproporcionados. También me dejó un recuerdo la jaula de los mandriles y la histriónica sociabilidad que tienen. En ese momento dos machos se peleaban por el territorio. 
En Córdoba fue la primera vez que vi un camello. Parecía sacado de una cajetilla de cigarrillos. También vi por primera vez un gorila, este animal me dio pena porque estaba solo y tapado con una colcha, era julio. Bisontes, hipopótamos, suricatas. También vi un tapir y una mulita. Los zorritos eran muy simpáticos y estaban marcados por las orejas, no pude preguntar por qué.

Rinoceronte en Buenos Aires, Palermo
 En Buenos Aires fue la primera vez que vi un rinoceronte. Fue algo impactante verlo en contraste con la ciudad de fondo. En Mendoza yo no había podido verlo porque estaba escondido y recuerdo que había esperado a que saliera hasta que finalmente desistí.
En Bahía Blanca, ciudad en la que nací, ya había tenido la experiencia con varios de los grandes felinos. Este zoológico es muy descuidado y las jaulas son pequeñas. En un tiempo —hace más de veinte años quizás— habían llevado un lobito marino que habían encontrado cerca de las costas. Yo los imaginaba más grandes. Iba a visitarlo con frecuencia. También me gustaba la jaula de las aves acuáticas. Este zoológico es gratuito y está dentro de un parque. La plaza donde juegan los niños, venden pochoclos, alquilan karting y demás, está en un espacio en medio de las jaulas. Cercano a ese espacio hay una enorme jaula donde fue a parar un buitre al que le faltaba un ojo, rescatado de algún lugar y todas las tortugas terrestres que la gente dona o rescata por estar vetada su domesticación.  Hace unos dos o tres años, algún idiota entró a la noche y mató animales a cuchillo, ignoro si habrán puesto seguridad nocturna ahora.
Buitre rescatado luego de 20 años en una jaula de un metro
Y el zoológico de la ciudad en la que vivo, Bubalcó, es un emprendimiento que comenzó por una colección privada y que desde hace algo más de un año funciona a puertas abiertas. Es un enorme predio que tiene dos de los pocos tigres albinos que existen en el mundo. Hace poco adquirieron el macho y esperaban cruzarlo con la hembra ya que, explicaban, debido a su pigmentación, estos animales difícilmente sobreviven en libertad, por ser blanco fácil de los otros predadores e incluso el hombre. Este zoológico tiene también un carpincho que es muy sociable y un invernadero en el que hay además plantas de climas tropicales y un estanque con carpas. El veterinario de mi perro, es también el veterinario de este zoológico y ha operado gibones, arreglado caries a un guepardo, atendió a un halcón que estuvo encerrado veinte años en una jaula de solamente un metro, y también hizo implantes metálicos en una mara y le puso un pico de acrílico a un loro.
Y sí. Obvio que sería preferible tener a estos bichitos sueltos. Pero mientras eso no pase, los zoológicos que rescatan y recuperan animales son lugares de concientización y aprendizaje.

1 comentarios:

Fabita dijo...

El zoológico Bubalcó pertenece en verdad a Allen. Queda por la 22, antes de llegar a dicha ciudad. Hay que tomar un camino entre chacras, por unos tres kilómetros.