Travesuras de duendes

Al llegar a Bahía, debo haber trasladado algún duende en la mochila. Primero, porque la mochila pesaba mucho más que cuando había llegado, y segundo, porque en Bahía me desapareció una bombacha de gaucho.
La había lavado y colgado en la soga. Mi hermana levantó todo y me preguntó qué cosas eran mías. Las separé pero la bombacha no estaba. Le pregunté si la había levantado y me dijo que jamás la había visto. Sin embargo, yo sabía que estaba porque la había colgado contra el paredón, casi sobre la medianera. El hecho es que la bombacha no apareció.
Dos días después, sobre un sillón que está contra una esquina, al costado de una maceta, la bombacha de gaucho apareció. Estaba colocada sobre la silla, como si estuviera sentada, las piernas estiradas hacia el piso. No fui yo quien la encontró, sino mi hermana y se sorprendió porque ella había estado leyendo en el sillón y no había visto nada. La saqué del sillón, la planché y volví a guardarla en la mochila, para no dejarla antes de volver definitivamente a mi casa.
Ya en mi casa y al desarmar la mochila encontré un souvenir que me había regalado Fabio en Tandil, de duendecitos que él fabrica. Lo puse en un lugar visible en mi departamento. Lo tengo bien vigilado.
Esta foto se la saqué a Fabio del Face: "Duendes de Tandil", muy piola el flaco.  Hace además tareas de concientización sobre autoabastecimiento en los barrios, aprovechamiento de huertas y esas cosas.  Enseña a construir casas de adobe y recicla absolutamente todo.

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